Grutas de las Güixas
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La época de Würm fue la última era glaciar.
Desde entonces hasta hoy, el lento goteo del agua ha ido creando unas cavidades en las que estalactitas y estalagmitas forman un decorado capaz de embrujar a sus visitantes. Hombres neolíticos, brujas y soldados han sucumbido a los encantos de las cuevas de las Güixas, por las que ahora podemos hacer un pequeño recorrido.

Los Guías de las Grutas

Bajo el macizo de Collarada, lo que favorece que la nieve, en forma de agua, sea uno de los ingredientes más importantes para que se formen unas cuevas de estas características, en el municipio oscense de Villanúa, se encuentran las grutas de Las Güixas. Traducido al castellano quiere decir "casa de las brujas", aunque desde hace más de 60 años sus únicos ocupantes son los murciélagos y otros pequeños habitantes que han encontrado en ella su refugio.

La existencia de estas cavidades se remonta a la última era glaciar, la época de Würm, hace veinticinco o treinta mil años. Desde entonces, el agua, gota a gota, ha creado uno de los paisajes espeleológicos más bellos del Pirineo Aragonés y una de las formaciones y estructuras geológicas más interesantes de Europa.

U
nas empinadas escaleras dan paso al interior. Poco a poco la temperatura va descendiendo. El caer de las primeras gotas de agua comienza a escucharse levemente. Sin embargo, es un río lo primero que sorprende al visitante. Esta masa de agua recorre el interior del macizo de Collarada, provocando inundaciones en época de fuertes lluvias. El rotundo gorgoteo del río, es ahora un lento hilo de agua, que va fijando en la piedra los largos años de su paso.

En la Casa de las Brujas

Cuenta la leyenda que aquí, bajo la "chimenea", las brujas hacían akelarres e imploraban al demonio. No en vano, en las noches de cielo raso, la luna y las estrellas se cuelan por él. Pero, no sólo las viejas historias narran la existencia de los festejos demoníacos. Descripciones de autores como Pío Baroja sitúan aquí la celebración de estos ritos, durante los siglos XVII y XIX.

Esta es la parte menos visual y más didáctica del recorrido. Según se avanza hacia el interior, la cueva va ganado altura, sonidos y formas, hasta llegar a la Catedral. En esta sala la altura alcanza los 16 metros y las formaciones pétreas se manifiestan en todas sus variantes. Estalactitas que por su anchura y longitud parecen amenazar con derrumbarse sobre el visitante. Las estalagmitas, unas chatas, otras desafiantes hacia el techo, se extienden por el suelo. Columnas que unen suelo y techo, cortinas que dejan entrever a los primeros murciélagos que se asoman curiosos ante los extraños, y figuras con formas familiares que despiertan la imaginación de los visitantes. Órganos de pared, coliflores, lámparas de arañas e incluso figuras humanas suelen ser los formas más reconocidas en las rojizas piedras de las grutas.

Esculturas del Tiempo

Las Güixas esconden más secretos en su interior. Antes de acercarse a las salas de los murciélagos, a los que está prohibido molestar, un profundo agujero en el suelo vuelve a traer la luz al interior. Las cuevas están formadas por un conjunto de vasos comunicantes en los que el agua se almacena, creando un lago al que sólo los espeleólogos pueden descender. Cuentan que el lago se extiende desde aquí hasta el territorio francés.
Antes de abandonar las cuevas, el visitante puede observar una sala en la que la temperatura alcanza los 18 grados centígrados. Aquí, arqueólogos belgas han hallado restos neolíticos y los murciélagos han fijado su refugio. Al mirar hacia atrás, los cordones de piedra van recorriendo el techo, que otra vez comienza a reducir su altura.
La fuente de los amantes, la figura del fraile y la serpiente cierran las formaciones de piedra que durante el recorrido traslada a los visitantes a tiempos pasados y a mundos desconocidos, en los que el agua y el lento transcurso del tiempo han esculpido el interior calizo de las grutas de Las Güixas.

Hay en esta cueva un elemento especial que la hace particular y es la luz. En toda la cueva reinaría la más absoluta oscuridad si no fuera por los focos instalados para visitarlas, excepto en una pequeña zona donde un agujero , más conocido como "chimenea", ha permitido que crezca la flora y prolifere la fauna.
Esa oscuridad no ha impedido convertir la cueva más amplia en un pequeño escenario en el que todos los veranos se organizan conciertos de música clásica y tradicional para un pequeño y privilegiado auditorio.